viernes, junio 30, 2006

lunes, junio 26, 2006

Cumpleaños feliz

Feliz quince cumpleaños, colegón. Recuerdo cuando te ví por primera vez, allá a principios de los 90; te probé en la flamante y recién adquirida Mega Drive de mi tío, indispensable artículo de entretenimiento en mi infancia pre- subcultural, maquinorro que con sus avasalladores 16 bits (qué lejos que queda todo eso ya, ¿eh?) pasó, verbigracia del progreso técnico (mi tío adquiría por fin un PC y decidió hacerle un regalo por todo lo alto a su sobrino en su 9 cumpleaños) a mi extasiado poder. Fueron incontables las partidas en las que disfrute de tus adrenalíticas aventuras, en las que atravesabas a velocidad de vértigo paisajes paradisíacos de praderas verdes, ruinas arcaicas perdidas entre la bruma del olvido, ciudades de neón resplandeciente, y fábricas metálicas de autómatas sin alma. Yo creo que una de las razones que te hacían diferente de la competencia era precisamente eso: la velocidad. Siempre se ha hablado de tus características técnicas, de unos gráficos coloristas y alucinantes que han envejecido con dignidad, de una música cualitativamente superior... pero se suele olvidar lo que te hacían reslatar. Invitabas a correr, a convertirse en un relámpago. Los muchos peligros de las pantallas hacían buscar la prudencia y el comedimiento, pero una vocecilla en el interior de nuestra mente nos exigía enfurecida que nos olvidaramos de los precipicios y de los robots enemigos y que exprimiéramos el acelerador hasta que la adrenalina se secara en nuestras venas. Por eso, resultaba un auténtico placer encontrar un ítem de invencibilidad o de zapatos turbo, porque por fin teníamos excusas para desatar el potencial torbellino en el que te podías convertir. Y tras unas cuantas partidas, el objetivo no era conseguir la mayor cantidad de anillos, ni destruir a la mayor cantidad de robots, ni ver el nuevo aparato infernal con el que Robotnil quería poner fin a tu periplo en busca de su base secreta y de las Esmeraldas del Caos. Al final, lo único que queríamos hacer era hacer saltar por los aires la marca del reloj, ese desafío irresisitible presente en todo momento en la pantalla.

Al tiempo, la familia creció. Apareció Tails, esa especie de mezcla de hermano pequeño/ admirador tan carismático como tú (aunque te cueste reconocerlo), que se empeñaba continuamente en seguir tus pasos; Knuckles, el rival que pasó a ser amigo; la obsesiva Amy y su cómica (al menos para el restod el mundo) fijación con casarse contigo... El universo en el que vivías empezó a cobrar entidad propia paso a paso, ayudado por series televisivas, cómics y demás spin offs que en muchas ocasiones no hacían sino confundir las cosas y contradecirse unos con otros. Pero nos divertíamos.

Entonces llegó la nueva generación, y all, sinceramente, te perdí la pista. Sólo sé que de los casi infinitos videojuegos que se han hecho sobre tí, el reparto ha acabado aumentando hasta superar la plantilla habitual de Ankawa. Aunque por muchos secundarios interesantes que aparezacan a lo largo de los años,ara mí siempre serás único e irrepetible, ese borrón azul que atraviesa la pantalla con sonrisa pícara, perseguido por un hilarante villano de hondas hechuras y bigote frondoso. Me resulta difícil poder decir por cuántos años felicitarte. Si seguimos el canon oficial, contabas con unos 15 años durante tu creación, así que ahora rondarías la fatídica treintena. Sin embargo, tienes la suerte de vivir en un mundo atemporal, donde siempre serás un jovial adolescente, y podrás tumbarte al sol y disfrutar de la vida entre aventura y aventura. Suertudo tú, que nunca tendrás que pagar una factura o soportar a un jefe amargado. Felicidades, Sonic. Y que cumplas muchos más.



Saludos desde OK Corral

viernes, junio 23, 2006

Esquirlas de pasado

Es sorprendente cómo a veces las certezas más grandes y terribles de nuestra existencia vienen a veces presentadas por los hechos más intrascendentes. A veces, desearíamos estar más lejanos del pasado de lo que en realidad estamos, inconscientes de que, hagamos lo que hagamos, los hechos ya acontecidos son como un estigma indeleble tatuados en nuestros edificios, nuestra sociedad, y en nosotros mismos. Somos hijos de nuestro pasado, presos de la cárcel de la historia, y no podemos escapar. Non plus ultra.

Viendo la película La caja de música, una impresionante película del no menos impresionante director francogriego Constantin Costa Gavras, llegó hasta mi una de esas revelaciones que resultan mucho más iconoclastas cuanto más simples son. Mientras la protagonista, Jessica Lange, pasea meditabunda, dudosa (¿es su padre culpable de esos pavorosos crímenes de guerra? ¿es inocente? ¿y las pruebas? ¿en qué parte del trayecto deja de ser duda razonable para entrar en el campo de la horrible sospecha?) entre los pilares suspensorios del Lánchid, el Puente de las Cadenas húngaro, puente que -anteriormente- se nos ha presentado como escenario de numerosos horrores. Un hermoso puente, moderno, construcción del siglo XIX, a caballo entre la recia construcción tradicional de piedra y la vanguardista arquitectura del metal templado, hogar de fusilamientos, torturas. Violaciones con pedazos de cristal afilados. Familias enteras ahogadas en las aguas de un Danubio que Johann Strauss definió como azul y hermoso. Lágrimas, sangre; pedazos de masa encefálica calcificada manchan las piedras del puente. En ese momento un pensamiento claro, cristalino, atravesó mi mente.

"Yo he estado allí"

Un torrente de confusas sensaciones inundó mi cerebro. Podía ver a las familias enteras, unidas en un abrazo metálico por el alambre de espino, escarificando la piel de aquellos situados en la periferia. Los sollozos, las lágrimas, las miradas huidizas y aterradas, esquivando el rostro del gris verdugo que sonríe con indolencia con la muerte en la mano. Pensando, rogando y pidiendo que la bala no estuviera destinada a su cabeza, que fuera el de la derecha, o el de la izquierda, su destinatario, y odiándose por ellos. Deseando poder salvar a su hijo, evitar el aciago destino que le aguardaba a lo único que el mundo todavía no le había arrebatado. El cañón de la pistola, negro, extendiéndose despectivamente hacia delante, como un insulto a la existencia, escupiéndole a la cara a su terror e impotencia. Suena un estallido. Bang. El aire huele a pólvora y cordita, el detonador aún apesta a quemado en el ambiente. En tu mejilla , una sensación líquida ha empezado a fluir, no te giras, y no deseas saber si es sangre, lágrimas, o una combinación de ambas. Los espasmos de terror, antes controlables, ahora hacen su aparición, rotas las barreras del autocontrol. Suenan dos estallidos más. Bang, bang. El soldado baja su arma, aún humeante; intercambia fanfarronadas entre sus camaradas en un idioma incomprensible. Se le piensa mejor: levanta de nuevo el cañón, aprieta el gatillo, una víctima más. Una mujer empieza a gritar al cielo, pidiendo ayuda a un Dios que no contesta. Como respuesta, Dios envía la bota de uno de los soldados de uniforme gris.

La caída parece desarrollarse con parsimonia, como si el bulto humano atravesara un depósito de almíbar. La barandilla del puente se aleja a cada segundo, con ella los rostros burlones de los ejecutores. El río da una húmeda bienvenida, arrastrando a los supervivientes a su tenebroso fondo; unas solitarias burbujas de aire se separan del lastre desaparecido: las oleaginosas aguas se lo han tragado. En el horizonte, las llamas acarician un cielo plomizo, mientras este escupe bombas sobre los edificios intactos.

Todas estas imágenes cruzaron fugazmente mi mente. Y, repentinamente, tuve mucho frío.

Saludos desde OK Corral.

miércoles, junio 14, 2006

Citas (II)


- No vamos a morir. No podemos morir. ¿Y sabes por qué? Porque somos muy atractivos. Somos demasiado atractivos para que Dios nos deje morir.
(Sargento Malcolm Reynolds, Batalla de Serenity Valley)

viernes, junio 09, 2006

Petición de socorro muda en el vacío universo virtual

Tengo la boca árida y pedregosa; mi garganta se ha convertido en un horno crematorio para bacterias. Los ojos están encostrados con legañas, las púpilas dilatadas. Mi cerebro da vueltas ante el ensordecedor rugido del silencio total de la noche. He dormido seis horas en dos días, y no respondo de mi cordura si no oigo una voz humana en un breve plazo de tiempo. Ante mí tengo todavía 17 páginas de organigramas caóticos y confusos para memorizar, la lista de la compra intelectual, y la tercera parte de una carpeta de prácticas cargante y monótona. Tengo cuatro horas para completarlo todo.

Dios, cómo odio la temporada de exámenes.

sábado, junio 03, 2006

Axl, ¿trece años para esto?

Creo que se me pasó de comentar entre estas polvorientas líneas de código, que hará un mes o así conseguí un trabajo. Un trabajo perfecto para estudiantes, además: eventual, de presencia voluntaria, cobrando bien, y en el que la carencia de esfuerzos intelectuales se ve compensada por la sobredosis de esfuerzo físico. Montador (y desmontador) de conciertos. Encima, podía asistir como espectador a conciertos antes de empezar a currar por la cara. Díganme por cual orificio de mi cuerpo van a metérmela, oiga, que me dejo. La cuestión es que mi bautizo de fuego fue nada más y nada menos que con el primer concierto de la gira europea que Guns´n´Roses daba en Madrid.

Guns´n´Roses. En fin, creo que a estas alturas de la vida es un poco fútil hablar de la banda angelina, ¿no? Los más grandes entre los grandes en los early nineties. Famosos por sus excesos, por sus demostraciones de rock en estado puro, por su abrupta separación, por la casi eternizada producción del "Chinese Democracy"... La sombra de la banda deja una estela nebulosa a medio camino entre la leyenda y el mito, y muchos veteranos opinan que fueron la última banda de verdadero rock que se paseó por los estadios de medio mundo (aseveración que me parece un tanto absurda, teniendo en cuenta la infinidad de formaciones que surgen y se disipan a lo largo de los años, y que, en mi opinión, sólo demuestran el cerrilismo de los fans más integristas y radicales) Ríos de tinta han corrido sobre ellos. No estamos aquí para polemizar de nuevo sobre sus méritos.

Resulta curioso, además que fuera un ofrecimiento que obtuviera tan caído del cielo, y que incluso me costara discusiones con una compañera de las prácticas de radio que realizo los martes. Intervención divina, o algo así. Luego vería que de divina no tenía nada, pero eso es precipitar los acontecimientos.

Así pues, me dispuse, emocionado, a observar en directo a estos monstruos. Coño, del plantel original solo quedaba Axl, pero ¡él era el corazón de la banda! ¡El alma mater! Algo tendría que quedar. Quien tuvo, retuvo, ¿no? Pues no.

Hay que decir que no estoy especialmente versado en los vicistudes de GNR. Todo hay que decirlo, soy un oyente bastante casual: alguna que otra cancioncilla, el nombre del cantante, y poco más. También hay que decir que las críticas recibidas me pareen un poco exageradas: al contrario que muchos críticos furibundos, encontré puntos positivos en el concierto, y las canciones del nuevo disco son prometedoras a un nivel artístico. Eso no quita para que el concierto fuera asquerosamente mediocre. Un concierto en el que te quedas sopa a la mitad no puede ser muy brillante, ¿no?

Sí, no es coña. Me quedé. Dormido. En un concierto. Y de GNR.

Pueden pegarme.

En fin. Mediocre. Esa es la palabra. Tras una espera de dos horas, tras la cual los improperios (un concierto sin menciones a la sagrada madre de la administración no es un concierto) y las cervezas empezaban a volar en la fría noche madrileña, se apagan las luces. Unas inconfundibles notas de guitarra empiezan a atravesar el recinto. El público se entusiama. ¡Welcome to the Jungle está aquí! Empiezan los botes, los cuernos, los coros improvisados. La banda está aquí. Y parece más numerosa que nunca: el bajo, dos teclados, el batería, y tres guitarras (¡nada menos!). Ah, y Axl. Por supuesto, él no podía faltar. Aunque se le notara un "poco cambiado":


















¿Cambio de look o demostración del paso impepinable de los años?

Peterpanismo del cantante aparte, el concierto empezó muy bien. Arrebatador, y potente. Pero, ¿qué es esto? Al rato empiezo a notar algo. Se oye mal. Bueno, más que mal: se oye con el culo. Parece que la gente no se mueve mucho. No transmiten emoción. La voz de Axl apenas consigue hacerse notar entre los coros de fans. Algo falla.
Al rato, acabo percatándome de una de las razones: el guitarrista principal. No tengo ni idea de quién es, pero acaba de reservar una plaza en mi sala de torturas particular. ¿Cómo es posible que alguien de la talla de Rose haya sido capaz de contratar a alguien tan descaradamente incompetente? En más de una ocasión desee que alguna clase de deus ex machina benevolente bajara entre rayos y truenos del cielo y le cortara las manos a semejante zoquete. La música se lo agradecería. El punto álgido, tras un Live and Let Die normalito, un Sweet Child O´Mine bastante majo, y un extracto del nuevo trabajo de la banda que demostraba que probablemente esosos momentos iban a ser lo mejor de la noche, fue la interpretación (y nunca mejor dicho, porque pondría la mano en el fuego a que se la inventó de cabo a rabo) fue el vil trabajo que el mil veces maldito pazguato realizó con Knockin´on Heaven´s Door. Tras tirarme de los pelos después de ver que ninguna clase de fuerza sobrenatural castigaba duramente el flagrante delito de violación que se estaba cometiendo contra la -posiblemente- mejor canción del repertorio de los Guns, decidí trasladarme a las gradas en busca de algo más de tranquilidad o sosiego. Tanto, tanto sosiego que me pasé prácticamente el resto del concierto sobado (luego me enteré que habían llegado a versionar una canción de Cristina Aguilera... no comments), algo que, por otra parte, agradecí bastante cuando empezamos a trabajar. Puedo asegurar que existe una significativa diferencia entre alguien que hace 16 horas que no toca la cama y alguien que ha podido descansar, por poco que sea. Pero bueno, no divaguemos. Para concluir, ya totalmente despierto, y tras un larguiiiiisimo November Rain, llegamos al final con un, esta vez sí, totalmente apoteósico Paradise City. Lastima que la energía y el buen hacer llegaran a la hora de plegar, a las 2:30 de la mañana, haciendo una hora que el metro había cerrado y un poco más allá de la quinta puñeta. Suerte que yo me quedaba.
En definitiva, mal sonido, músicos en el mejor de los casos grises y sin personalidad, solos aburridos y totalmente eternos, retraso imperdonable (empezaron a tocar cuando teóricamente tendrían que haber acabado el concierto... ole sus huevos), destrozo de clásicos... un concierto completo, vamos. En serio, Axl, ¿hacía falta que nos mantuvieras en vilo durante casi trece años para esto? Por si eso fuera poco, me has jodido mi chiste recurrente de "tal cosa ocurrirá cuando saquen el Chinese Democracy". ¡Habrase visto!
PD: Si de verdad quieren ver lo que es un concierto apoteósico, busquen en YouTube la última sensación de la red: la actuación de Daft Punk en el Coachella 2006. Simplemente acojonante. O mejor, vean una muestra:
Y aquí tienen otra:
Saludos desde OK Corral.