viernes, julio 27, 2007

Citas (VIII)


"Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca."
(Jorge Luis Borges, escritor)

lunes, julio 23, 2007

Al representante de la Casa Real que va a leer esto.

(Música del día: Ska-P - Simpático Holgazán)

Es usted un impresentable

Ese epíteto podría dedicarse por muchas razones. Desde luego, no por el secuestro de "El Jueves". No creo que los miembros de la Casa Real tengan papel en este desaguisado. No son tan tontos como para arriesgar la estable imagen que los años y los medios les han construido por una pataleta. Pero hay muchas más razones para lanzárselo. Por ejemplo, por ese seguimiento de cualquier mínima actividad internauta que haga referencia a la Familia Real, la más irreal de las familias del estado español, puesto que más bien parece sacada de un cuento de hadas o de La Tribu de los Brady. Por el mutis por el forro que está realizando el órgano estatal al completo. Por el pastón que cuesta su mantenimiento a los españoles tras cada año para una tarea bastante idiota. (Y antes de que lo pregunte, me refiero a la tarea de caza potenciales perjuros a la figura monárquica. Con respecto al anacronicismo de la función real en estos tiempos que corren, creo que es algo cae por su propio peso. No me vengan con tonterías de "es que el Rey es una gran carta de presentación para España, y una gran figura que nos representa". Para eso ya están los embajadores. Salen más baratos.)

Pero esta en concreto va por no no tener los cojones de condenar una decisión judicial que en aras de la "decencia" y del "honor" demuestra que la libertad de expresión solo existe para decir "si, señor".

Enhorabuena, idiota.

Saludos desde OK Corral.

Un pájaro

(Música del día: Vangelis - La Petite Fille de la Mer)

Te voy a contar una historia. Una historia de cuando trabajaba en el periódico. ¿Te acuerdas, verdad?

Yo era el encargado de la sección de sucesos. Nunca te lo dije. La verdad, me daba un tanto de vergüenza. Muertes estrafalarias, decesos rocambolescos, en fín. Distribuía a mis subalternos por los focos de morbosidad de la ciudad, un poco como un campesino siembra las semillas de lo que luego espera cosechar. Yo mismo me dedicaba a finalizar el trabajo al que el equipo era incapaz de llegar. Solía escribir con bastante asiduidad. En una ciudad grande la afluencia de crímenes sórdidos e incidencias violentas es algo como una corriente de piedra, aplastante e imparable, y sobre todo constante. Me tomaba mi trabajo con bastante indiferencia. Hechos y sólo hechos, era la mercancía que vendíamos. Nada de personalizar. Quién ha muerto. Dónde. Cómo. Por qué. Era en el porqué donde residían los bocaditos más jugosos, servidos con mimo profesional para deleite de los lectores. El diablo está en los detalles, dicen. Bueno, pues es verdad. Fulanito ha sido asesinado, blablabla, su cuerpo se ha encontrado en tal sitio, yaddayadda. Ah, y ha sido su mujer por motivos pasionales. Al parecer el pobre cabrón le ponía los cuernos con con una fulana quince años menor que él. Curioso, ¿no?

Un dia, volviendo del trabajo, me tropecé en la calle con un pájaro muerto. Era muy hermoso, y muy triste. De hecho, verlo ahí, en el suelo, me pareció lo más triste de mi vida. Estaba tirado, ladeado sobre los adoquines. Un guacamayo, un loro a medio crecer, un periquito; algun pájaro exótico de los que los turistas compran cuando visitan algún paraíso virgen. Era una explosión de colores. Haberlo visto volar tendría que haber sido como ver un caleidoscopio con alas, flameando en mitad del cielo, con una cualidad refulgente radiante de vida. Tenía una ala medio extendida, colocada sobre su cuerpecito rechoncho, a medio camino de su cabeza. Eso y sus ojillos cerrados le daban el aspecto ensoñador de durmiente reciente. Un gesto muy humano, en un pequeño pajarillo.

Lo estuve mirando un rato largo. Después, pasé de largo. Al llegar a mi casa creo que lloré. No estoy muy seguro.

Al día siguiente, pedí mi dimisión inmediata. Por alguna razón, me resultaba inconcebible escribir sobre desgracias ajenas pensando en un pájaro muerto.