ATENCIÓN: Si no han visto entera la serie de animación Basilisk, desaconsejó vivamente la lectura de este artículo. Es más, no sé qué hacen leyendo esto en vez de ir ahora mismo a su eMule más cercano y poner los primeros capítulos en descarga.
Por lo general, se suele ver al manga como una especie de subgénero mutante dentro del panorama del cómic y la animación mundiales. Para ojos del espectador occidental, no hay nada más raro que un montón de personajes con ojos del tamaño de bolas de billar que se matan, aman y luchan en trasfondos pintorescos, cuando no directamente marcianos (véase Naruto, por poner un ejemplo conocido: ¡un ninja enfundado en un chandal naranja butanero! ¿Alguien da más?). Gracias a esto (y a la reiterativa utilización de tópicos y clichés que no por resultar diferentes a los que estamos habituados resultan menos manidos), la mayor parte de la veteranía comiquera española miran con desconfianza, cuando no directamente desprecio, al manga y a sus hijos bastardos. En honor a la verdad, hay que decir que en muchas ocasiones tienen razón: el manga a veces resulta tópico, tonto, aburrido, alargado en demasía, mal animado... Pero luego se encuentran cosas como Basilisk.
Basilisk es una de las series más novedosas del Studio Gonzo, en mi opinión, los mejores creadores de series de Japón. En general, tanto la calidad de su animación, totalmente superlativa, junto a unos guiones que buscan forzar un poco mas la maquinaria pensante de la serie televisiva media, dan como resultado unos productos que, sin evadir la comercialidad ni la accesibilidad (el que quiera largos monólogos de elucubración intelectualoide, que vea de nuevo Evangelion), sobresalen por encima de la media. Y luego están los que sobresalen incluso por encima del resto de la producción del estudio. Como Basilisk.
La serie, para aquellos de entre los que esto leen que hayan decidido no hacer ni caso de la advertencia del principio, nos presenta a dos familias de ninjas en pleno siglo XVII: los Kouga y los Iga. Estas familias llevan odiándose 400 años, pero las hostilidades se reducen al término de lo verbal gracias al pacto de no agresión firmado por ambas familias. Pero el tratado se ve disuelto cuando Ieyasu Tokugawa, padre del actual Shogun, se ve en la encrucijada de escoger entre sus dos nietos para suceder a su padre. Su solución, para no verse perjudicado en caso de fallar es utilizar a ambas familias para realizar el trabajo sucio: cada una de ellas representará a uno de los herederos, y aquella que sobreviva será la guardiana del nuevo Shogun, obteniendo properidad y poder. El argumento es tan simple como eso. Pero, como en la vida real, las personas involucradas lo complican. En los 24 capítulos que transcurren desde el inicio de la acción hasta el devastador final, veremos traiciones, celos, amor, odio, ajustes de cuentas, desolación y muerte. Sobre todo muerte. La serie, con aires de obra coral (cada personaje, cada uno de los 20 integrantes de ambas familias tendrá, por corto que sea, su momento de gloria, el estallido fugaz de protagonismo que lo arranque del segundo plano), parece escrita a tumba abierta. Los personajes caen, mueren y luchan con frenética rapidez. El guión se esfuerza por liquidar a todo aquel personaje con el que el espectador pueda simpatizar, y de maneras cuanto más crueles y explícitas mejor: aseteados, desangrados, descoyuntados, partidos por la mitad... Pero la inmisericordia no se limita a la muerte de los personajes. Un halo fatalista, de determinación total cubre toda la atmósfera del metraje. La tragedia es casi una presencia física y tangible que imprime su presencia en todo momento. La sociedad japonesa feudal es finamente retratada con crueldad y falta de piedad, una maquinaria engrasada de exigencias y ritos sociales, de hipocresía y humillante servilismo, en la cual es más importante cumplir lo que la sociedad espera de ti que mantenerse con vida.
Obviamente, también encontramos honor, actos nobles, y, sobre todo, amor. Aunque la trama conductora de la historia sea la lucha entre ninjas y las muestras de sus fantásticos poderes (vicio heredado del shonen -manga para chicos, de carácter usualmente juvenil y aventurero- más descerebrado), se atiende más al desarrollo de la historia de amor entre Gennosuke y Oboro, los protagonistas. Lo cual no sirve sino para magnificar la atmósfera sombría de la serie: la evidente integridad y nobleza de muchos personajes no puede evitar la cita con la Parca que en algún momento les ha de llegar, el amor solo servirá para hacer más dolorosa la situación en la que se hayan inmersos. Los contendientes son humanos, no hay una división maniquea entre buenos y malos: en ambos bandos pueden encontrarse personas excelentes e hijos de puta redomados. La escena final, en la que los protagonistas, convertidos en un par de despojos humanos física y emocionalmente tras una lucha que se ha llevado a todo aquel que en algún momento amaron, rodeados por un círculo de buitres que esperan ansiosos el resultado final de la lucha para colmar sus ansias personales de poder, se sacrifican en un hermoso y poético gesto por amor, esperando reencontrarse en una vida futura, resulta la ejecución de una sentencia de muerte firmada en el primer capítulo y, a la vez, un acto de rebelión: a la sociedad que les ha empujado hasta allí, al Destino, al mundo. Y, por fin, tras ese final digno de entrar en las antologías, el espectador vislumbra el final del árido desierto emocional que ha transitado durante 24 capítulos, dice adiós a un mundo con el que se ha emocionado, se ha indignado, se ha reído, ha llorado...
Quede como muestra de esta gran serie el primer momento en el que por fin aparecen los herederos por los cuales los protagonistas matan y mueren: dos niños de unos seis o siete años, uno medio tonto y otro mimado, cuyas niñeras han movido los hilos para que dé comienzo la lucha en pos del poder personal. Una excelente metáfora de nuestro mundo: luchamos y morimos en busca de la aprobación de una horda de viejas cacatúas que solo buscan practicar la necrofagia sobre los cadáveres de los caídos en el combate.
domingo, diciembre 11, 2005
lunes, noviembre 28, 2005
La insoportable levedad del Remake
Todos los cinéfilos del mundo lo sabemos: Hollywood es el MAL. Dejémonos de Binladenes y Kimjongiles, el verdadero rostro de Satanás no puede ser más simple - ni más terrorífico - que el de un trajeado ejecutivo hollywoodiense enarbolando la terrible y lapidatoria sentencia: no es comercialmente viable. Las películas que el mundo se ha perdido gracias a esas cuatro palabras provocan la lágrima (siempre podremos soñar con el material preliminar realizado por Giger o Moebius para la adaptación que Jodorowsky iba a hacer de Dune, o tratar de imaginar a Dalí como Shaddam IV, o flipar con el psicotrónico argumento de "El Cuervo 2099" versión Rob Zombie), pero peor que eso es la cantida de películas que hemos tenido que aguantar gracias a ello.
Dejémonos de romanticismos: el cine es una industria. Una industria que genera hermosos productos, pero industria al fin y al cabo. Requiere de beneficios para su completa viabilidad, y puede dar igual que "Intolerancia" fuera una de las mayores películas de la historia. Griffith se arruinó por su culpa, y no volvió a ponerse tras una cámara. La vida es dura, y en este aspecto los productores (que tienen un lugar reservado en uno de los círculos más profundos del infierno junto a abogados y demás seres de la noche) tienen autonomía total.
Escribo toda esta parrafada para poner en contexto al amable lector. Estos últimos años han presagiado el fin de la hegemonía del productor. No se sabe si por el eMule, el top manta, el encarecimiento del ticket, pero películas que estudiados análisis de mercado auguraban como futuros grandes éxitos, han resultado relativamente decepcionantes, cuando no totalmente. Por lo cual, ya no se puede aseverar que la verdad absoluta acerca de la viabilidad comercial de un film corra a cargo del productor.
Y sin embargo, se mantiene la tradición. El productor sigue manteniendo su estatus privilegiado como "tipo-que-da-la-pasta". Gracias a la escasez de ideas predominante actualmente en Hollywood, la consecuencia de todo esto es la total proliferación de remakes y continuaciones que no aportan nada de interés ni a los originales ni a las sagas a las que pertenecen. En ocasiones esta situación es de lo más sangrante: las decisiones de realizar reakes de auténticas mitos del Séptimo Arte como son "Los Pájaros" (semi-encubierta con la decisión de re-adaptar, no la pelicula en si, sino "el relato en que se inspira"), "Grupo Salvaje" (que seguro que pillará Tony Scott por banda y la convertirá en una trampa mortal para epilépticos), "The Warriors" (aplíquese el mismo comentario que a Grupo Salvaje, pero obviando el "seguro") o, la más indignante/sorprendente/absurda (táchese las opciones que se prefieran): "Depredador", aquella maravilla del actualmente desprestigiado John McTiernan.
Aparte de la sorpresa que provocan estas decisiones, esta situación evidencia cada vez más la precaria situación de las "mentes pensantes" (a falta de un calificativo mejor, no tengo más remedio que utilizar esta definición, claramente contradictoria) detrás del aparato hollywoodiense. Las crisis se solucionan con imaginación, aprovechamiento de los recursos disponibles y talento, no reiterando una y otra vez las causas que nos ha llevado a tal situación. Pero parece que los peces gordos no han pillado la indirecta. Sólo cuando la sitaución sea irreversible, decidirán apostar por un cine que aúne calidad y comercialidad (o no, que tampoco le scostaría mucho echarle las culpas a la piratería o al chivo expiatorio del momento). Para los que queramos ver únicamente calidad, siempre nos quedará el cine independiente.
Pues eso, que Hollywood es el mal. Y en las películas, el villano es siempre derrotado por el héroe. Ahora solo nos falta encontrar a un héroe que nos guíe.
PD: En la selección de "Películas para el 2006" realizada por la revista "Imágenes de Actualidad", podemos encontrar propuestas tan apasionantes como Garfield 2 (ahem), ¡Gool! 2 (doble ahem) o una versión de "El Hombre Menguante" dirigida por Keenen Ivory Wayans (el negro fumeta de "Scary Movie"), protagonizada por Eddie Murphy y guionizada por el que perpetró "La sucia historia de Joe Guarro" (ahem elevado al infinito). ¿Aún siguen pensando que soy alarmista?
Dejémonos de romanticismos: el cine es una industria. Una industria que genera hermosos productos, pero industria al fin y al cabo. Requiere de beneficios para su completa viabilidad, y puede dar igual que "Intolerancia" fuera una de las mayores películas de la historia. Griffith se arruinó por su culpa, y no volvió a ponerse tras una cámara. La vida es dura, y en este aspecto los productores (que tienen un lugar reservado en uno de los círculos más profundos del infierno junto a abogados y demás seres de la noche) tienen autonomía total.
Escribo toda esta parrafada para poner en contexto al amable lector. Estos últimos años han presagiado el fin de la hegemonía del productor. No se sabe si por el eMule, el top manta, el encarecimiento del ticket, pero películas que estudiados análisis de mercado auguraban como futuros grandes éxitos, han resultado relativamente decepcionantes, cuando no totalmente. Por lo cual, ya no se puede aseverar que la verdad absoluta acerca de la viabilidad comercial de un film corra a cargo del productor.
Y sin embargo, se mantiene la tradición. El productor sigue manteniendo su estatus privilegiado como "tipo-que-da-la-pasta". Gracias a la escasez de ideas predominante actualmente en Hollywood, la consecuencia de todo esto es la total proliferación de remakes y continuaciones que no aportan nada de interés ni a los originales ni a las sagas a las que pertenecen. En ocasiones esta situación es de lo más sangrante: las decisiones de realizar reakes de auténticas mitos del Séptimo Arte como son "Los Pájaros" (semi-encubierta con la decisión de re-adaptar, no la pelicula en si, sino "el relato en que se inspira"
Aparte de la sorpresa que provocan estas decisiones, esta situación evidencia cada vez más la precaria situación de las "mentes pensantes" (a falta de un calificativo mejor, no tengo más remedio que utilizar esta definición, claramente contradictoria) detrás del aparato hollywoodiense. Las crisis se solucionan con imaginación, aprovechamiento de los recursos disponibles y talento, no reiterando una y otra vez las causas que nos ha llevado a tal situación. Pero parece que los peces gordos no han pillado la indirecta. Sólo cuando la sitaución sea irreversible, decidirán apostar por un cine que aúne calidad y comercialidad (o no, que tampoco le scostaría mucho echarle las culpas a la piratería o al chivo expiatorio del momento). Para los que queramos ver únicamente calidad, siempre nos quedará el cine independiente.
Pues eso, que Hollywood es el mal. Y en las películas, el villano es siempre derrotado por el héroe. Ahora solo nos falta encontrar a un héroe que nos guíe.
PD: En la selección de "Películas para el 2006" realizada por la revista "Imágenes de Actualidad", podemos encontrar propuestas tan apasionantes como Garfield 2 (ahem), ¡Gool! 2 (doble ahem) o una versión de "El Hombre Menguante" dirigida por Keenen Ivory Wayans (el negro fumeta de "Scary Movie"), protagonizada por Eddie Murphy y guionizada por el que perpetró "La sucia historia de Joe Guarro" (ahem elevado al infinito). ¿Aún siguen pensando que soy alarmista?
domingo, noviembre 20, 2005
Denuncias, denuncias
Cabreado -y preocupado- estoy. El viernes, en los foros de El Hombre Mosca (para los nuevos, un sitio muy cachondo que visitar, sobre todo si tus conocimientos sobre subcultura y ocio exceden lo humano), King_Kabur, uno de los foreros, vino con la noticia que Mike Ratera, profesor suyo en la JOSO (una academia de dibujo de Barcelona), estaba bastante molesto con las cosas que habíamos dicho sobre él en el foro, y que, en más puro estilo mafioso, nos decía que retiraramos los threads en los que habíamos hablado de él y habíamos expuesto páginas de su cómic para ejemplificar nuestras tesis (básicamente, que dibuja con el culo), o que nos denunciaría. La cosa fue tal que así, según las palabras del propio Kabur:
"11: y pico AM (interior de el aula de ordenadores de la Joso)
Mike llama a la puerta de clase y me pide que salga. Me lleva a un rincon apartado y me dice...
- Hola Victor, ¿o debería llamarte King Kabur?
- Prefiero Victor...
- Bueno, tu eres el presidente de mi Club de fans, asi que te voy a pedir que se borre todo lo escrito sobre mi.
- mmm...
- A mi me da igual que me critiqueis los dibujos, no me importan vuestros comentarios. Siempre he respetado las opiniones y las criticas, ya lo sabes... Hay gente que no le gusta lo que hago y otra que si.
- mmm... m...
- Tambien habeis criticado de mi forma de dar clase. Si decia cosas como "Por Crom!" o parecido era por que... bueno, ya cada vez lo hago menos. Ahora ya soy mas serio.
- mmm...
- Pero habeis dicho mentiras. Como por ejemplo que no saludo por los pasillos o que en Angouleme mendigaba comics.
- mmm... bueno ya... pero...
- Pero lo grave és que habeis puesto paginas de comic y fotos sin permiso del autor. El foro está lleno de fotos (refiriendose al freakshow) y dibujos que vulneran el derecho de la propiedad intelectual. ¿sabes que eso és delito?
- Pues no la verdad...
- Mi guionista és abogado y está enfadado. A mi me da igual pero mi guionista queria denuciar a la pagina para que la cerrarán. Pero yo le he dicho que no. Mi guionista és abogado y ya ha denuciado a la editorial por temas de derechos de autor... Pero yo le he dicho que no.
- No va a hacer falta llegar a esos extremos, porque...
- Me da igual que os insulteis entre vosotros y que critiqueis a Blacksad o "El cuervo" pero no toleraré insultos hacia mi persona o hacia los que aparecían en las fotos conmigo
- Entiendo, ¿entonces que tengo que hacer?
- No os voy a denunciar, pero puedo. Solo teneis que borrar lo referente a mi y poner un post de disculpas."
Tal vez habría que explicar un poco el contexto de todo esto. Mike Ratera es un conocido (tal vez) dibujante, conocido principalmente por dibujar personajes con figuras anatómicas desproporcionadas, bíceps más gruesos que sus cabezas, venas colesterólicas, masas de arrugas por caras, etc. Al mas puro estilo Rob Liefeld, vamos. Tengo que decir que al principio su dibujo me impresionó (más que nada, por la cantidad de detalle que tiene -algo comprensible cuando la pierna de un personaje tiene 50 músculos más que un ser humano real), y que, desde luego, yo no sería capaz de hacer algo así en mi vida. Pero, luego empiezas a ver pequeños detallitos (cosas como por ejemplo, que en HAMRAMR, el protagonista de la portada tenga la rodilla en donde se debería encontrar el muslo y parece un tumor óseo, tal como está dibujada) y te das cuenta que algo podrido huele en Dinamarca. Así que, claro, en una página como "El Hombre Mosca", llena de dibujantes profesionales (una de las foreras, fue discípula nada menos que del gran Luis Royo), Ratera era objeto generalizado de burla y escarnio. Lo cierto es que alguna vez fuimos un poco brutos con nuestras burlas (ahora no me acuerdo específicamente, pero la gente en este foro, cuando quiere, puede resultar muuuuy hiriente). Pero que me cuelguen si es justificación para una demanda por difamación. ¿Acaso el señor Ratera surfea la red buscando páginas que le pongan a parir para demandarles por perjurio? Esa es la impresión que me ha dado. Aunque, claro, como diría aquel filósofo, "yo solo soy un Hombre". Y aunque me negaba rotundamente a disculparme, podría meter en un lío - y gordo - a gente a la que apreció. No me ha quedado más remedio que ceder.
Lo triste de la cuestión es que en España esto es e lo más normal. ¿Nadie se acuerda del famoso caso de "Matanza Cofrade"? ¿Aquel chungojuego en Flash que un programador sevillano creó para reírse de las cofradías que hacen de su capa un sayo en la ciudad? Vale, era chusco. Irreverente. Zafio. ¿Pero solo por eso merecía ser juzgado y sancionado? Desconozco si el pobre hombre iría a la cárcel, pero tal posibilidad colgaba sobre su cabeza. Y no es un caso aislado. Conozco casos de tipos que se han visto en la calle con lo puesto porque un día dijeron en público a su mujer "¡Si es que es pa matarte!". Por tanto, todo el peso de la ley cayó sobre él, no sea que las feministas nos digan algo. Cuando ocurra algo grave de verdad, como que una mujer venga a la comisaría con la cara convertida en carne picada y nos pida protección, pasaremos como de la mierda de ella hasta que tengamos que introducirla en una bolsa de plástico. Que lo primero nos hace quedar bien, caramba.
Estamos creando un mundo de mierda. Un mundo aséptico, frío, blanco, uniforme, limpio, un sitio donde los tacos y la incorreción política estarán penados por ley. Un sitio donde la muerte será la basura que escondamos debajo de la alfombra, y los viejos serán reciclados, para no recordar la corrupción a la que el tiempo no somete. Un mundo de homogéneos suburbios urbanos de clase media, con jardincito perfectamente cuidado, y con un sonriente matrimonio de hijos rubitos y con ojos azules que corretean entre los setos, donde los malos pensamientos han sido erradicados y el sexo es algo presente solo en la teoría. Y, aunque no lo parezca, ese mundo está más cercano a "Los Invisibles" (cada día, Grant Morrison me parece más un visionario) o a "1984" que a Pleasantville. Papá Estado se asegurará que sois felices. Por mis cojones.
En momentos así, se echan de menos cosilas como la irreverencia de "Makoki", "Peter Punk", "El Víbora" y demás clásicos de los 80. Cuando el reino de terror del eufemismo no había impuesto su ley. Cuando todavía había punks de verdad. Ahora los punks se han cortado el pelo y tienen acciones en los Bonos del Estado. No va a venir ningún Cesar Strawberry, ni ningún Johnny Rotten más a dedicarle un buen corte de mangas a las convenciones bienpensantes. Todo lo que se sale de la norma actualmente, está permitido para dar la impresión de que la irreverencia todavía se permite, que tenemos libertad para decir y pensar lo que queramos. Una exótica rareza que nos hace sentir más "alternativos"
Tal vez he sobreanalizado una situación que, en última instancia, es responsabilidad de los que nos reímos de Ratera en el foro. Al fin y al cabo, yo siempre lo he tenido todo. Nunca me ha faltado de nada. Escribo esto desde un ordenador de última generación, mientras escucho un disco en un aparato de alta fidelidad. Tengo mi tele de generosas pulgadas, preparada para alienarme cómodamente, con mi aparato de DVD y la consola listos para entretenerme si me aburro. Mi nevera siempre está llena, y nunca me he metido en líos. Ni siquiera una miserable borrachera, pues nunca bebo. No soy el más adecuado para hablar mientras millones de personas sufren el hambre y las dictaduras que les imponemos en el mundo.
Pero piensen en ello.
Resulta irónico que haya escrito todo esto el 20 de Noviembre. El día que celebramos la muerte de una de las pocas dictaduras que quedaban en Europa. Casi entran ganas de reír.
"11: y pico AM (interior de el aula de ordenadores de la Joso)
Mike llama a la puerta de clase y me pide que salga. Me lleva a un rincon apartado y me dice...
- Hola Victor, ¿o debería llamarte King Kabur?
- Prefiero Victor...
- Bueno, tu eres el presidente de mi Club de fans, asi que te voy a pedir que se borre todo lo escrito sobre mi.
- mmm...
- A mi me da igual que me critiqueis los dibujos, no me importan vuestros comentarios. Siempre he respetado las opiniones y las criticas, ya lo sabes... Hay gente que no le gusta lo que hago y otra que si.
- mmm... m...
- Tambien habeis criticado de mi forma de dar clase. Si decia cosas como "Por Crom!" o parecido era por que... bueno, ya cada vez lo hago menos. Ahora ya soy mas serio.
- mmm...
- Pero habeis dicho mentiras. Como por ejemplo que no saludo por los pasillos o que en Angouleme mendigaba comics.
- mmm... bueno ya... pero...
- Pero lo grave és que habeis puesto paginas de comic y fotos sin permiso del autor. El foro está lleno de fotos (refiriendose al freakshow) y dibujos que vulneran el derecho de la propiedad intelectual. ¿sabes que eso és delito?
- Pues no la verdad...
- Mi guionista és abogado y está enfadado. A mi me da igual pero mi guionista queria denuciar a la pagina para que la cerrarán. Pero yo le he dicho que no. Mi guionista és abogado y ya ha denuciado a la editorial por temas de derechos de autor... Pero yo le he dicho que no.
- No va a hacer falta llegar a esos extremos, porque...
- Me da igual que os insulteis entre vosotros y que critiqueis a Blacksad o "El cuervo" pero no toleraré insultos hacia mi persona o hacia los que aparecían en las fotos conmigo
- Entiendo, ¿entonces que tengo que hacer?
- No os voy a denunciar, pero puedo. Solo teneis que borrar lo referente a mi y poner un post de disculpas."
Tal vez habría que explicar un poco el contexto de todo esto. Mike Ratera es un conocido (tal vez) dibujante, conocido principalmente por dibujar personajes con figuras anatómicas desproporcionadas, bíceps más gruesos que sus cabezas, venas colesterólicas, masas de arrugas por caras, etc. Al mas puro estilo Rob Liefeld, vamos. Tengo que decir que al principio su dibujo me impresionó (más que nada, por la cantidad de detalle que tiene -algo comprensible cuando la pierna de un personaje tiene 50 músculos más que un ser humano real), y que, desde luego, yo no sería capaz de hacer algo así en mi vida. Pero, luego empiezas a ver pequeños detallitos (cosas como por ejemplo, que en HAMRAMR, el protagonista de la portada tenga la rodilla en donde se debería encontrar el muslo y parece un tumor óseo, tal como está dibujada) y te das cuenta que algo podrido huele en Dinamarca. Así que, claro, en una página como "El Hombre Mosca", llena de dibujantes profesionales (una de las foreras, fue discípula nada menos que del gran Luis Royo), Ratera era objeto generalizado de burla y escarnio. Lo cierto es que alguna vez fuimos un poco brutos con nuestras burlas (ahora no me acuerdo específicamente, pero la gente en este foro, cuando quiere, puede resultar muuuuy hiriente). Pero que me cuelguen si es justificación para una demanda por difamación. ¿Acaso el señor Ratera surfea la red buscando páginas que le pongan a parir para demandarles por perjurio? Esa es la impresión que me ha dado. Aunque, claro, como diría aquel filósofo, "yo solo soy un Hombre". Y aunque me negaba rotundamente a disculparme, podría meter en un lío - y gordo - a gente a la que apreció. No me ha quedado más remedio que ceder.
Lo triste de la cuestión es que en España esto es e lo más normal. ¿Nadie se acuerda del famoso caso de "Matanza Cofrade"? ¿Aquel chungojuego en Flash que un programador sevillano creó para reírse de las cofradías que hacen de su capa un sayo en la ciudad? Vale, era chusco. Irreverente. Zafio. ¿Pero solo por eso merecía ser juzgado y sancionado? Desconozco si el pobre hombre iría a la cárcel, pero tal posibilidad colgaba sobre su cabeza. Y no es un caso aislado. Conozco casos de tipos que se han visto en la calle con lo puesto porque un día dijeron en público a su mujer "¡Si es que es pa matarte!". Por tanto, todo el peso de la ley cayó sobre él, no sea que las feministas nos digan algo. Cuando ocurra algo grave de verdad, como que una mujer venga a la comisaría con la cara convertida en carne picada y nos pida protección, pasaremos como de la mierda de ella hasta que tengamos que introducirla en una bolsa de plástico. Que lo primero nos hace quedar bien, caramba.
Estamos creando un mundo de mierda. Un mundo aséptico, frío, blanco, uniforme, limpio, un sitio donde los tacos y la incorreción política estarán penados por ley. Un sitio donde la muerte será la basura que escondamos debajo de la alfombra, y los viejos serán reciclados, para no recordar la corrupción a la que el tiempo no somete. Un mundo de homogéneos suburbios urbanos de clase media, con jardincito perfectamente cuidado, y con un sonriente matrimonio de hijos rubitos y con ojos azules que corretean entre los setos, donde los malos pensamientos han sido erradicados y el sexo es algo presente solo en la teoría. Y, aunque no lo parezca, ese mundo está más cercano a "Los Invisibles" (cada día, Grant Morrison me parece más un visionario) o a "1984" que a Pleasantville. Papá Estado se asegurará que sois felices. Por mis cojones.
En momentos así, se echan de menos cosilas como la irreverencia de "Makoki", "Peter Punk", "El Víbora" y demás clásicos de los 80. Cuando el reino de terror del eufemismo no había impuesto su ley. Cuando todavía había punks de verdad. Ahora los punks se han cortado el pelo y tienen acciones en los Bonos del Estado. No va a venir ningún Cesar Strawberry, ni ningún Johnny Rotten más a dedicarle un buen corte de mangas a las convenciones bienpensantes. Todo lo que se sale de la norma actualmente, está permitido para dar la impresión de que la irreverencia todavía se permite, que tenemos libertad para decir y pensar lo que queramos. Una exótica rareza que nos hace sentir más "alternativos"
Tal vez he sobreanalizado una situación que, en última instancia, es responsabilidad de los que nos reímos de Ratera en el foro. Al fin y al cabo, yo siempre lo he tenido todo. Nunca me ha faltado de nada. Escribo esto desde un ordenador de última generación, mientras escucho un disco en un aparato de alta fidelidad. Tengo mi tele de generosas pulgadas, preparada para alienarme cómodamente, con mi aparato de DVD y la consola listos para entretenerme si me aburro. Mi nevera siempre está llena, y nunca me he metido en líos. Ni siquiera una miserable borrachera, pues nunca bebo. No soy el más adecuado para hablar mientras millones de personas sufren el hambre y las dictaduras que les imponemos en el mundo.
Pero piensen en ello.
Resulta irónico que haya escrito todo esto el 20 de Noviembre. El día que celebramos la muerte de una de las pocas dictaduras que quedaban en Europa. Casi entran ganas de reír.
La Llegada del Forastero
"El viento trajo al Forastero.
El pueblo venía sufriendo la peor tormenta de arena de su corta historia. Una nube de arena, densa y amplia, se había tragado la pequeña comunidad desde hacia semanas. Nadie había tenido contacto con el exterior desde que empezó la tormenta, y desde el alba hasta el ocaso, los temerosos ciudadanos de la localidad solo podían ver un cielo en constante estado de ebullición, grandes masas moradas, marrones y grises de nubes de tormenta, salpimentadas por los granulosos seudópodos de la tormenta de arena. Las estructuras de madera se veían sometidas a grandes tensiones, y mucha gente temía que si la tormenta continuaba, el pueblo desapareciera, devorado por los elementos.
Fue decimoquinto día de tormenta cuando llegó. La mayoría de la gente del pueblo se hallaba reunida en el "saloon", tratando de ahogar con whisky el susurro sibilante del viento introduciéndose por las grietas de la estructura. Un silencio sepulcral pesaba sobre la sala, tiempo atrás vibrante por las alegres tonadillas del piano, las descaradas coreografías de las vedettes, y las juergas monumentales montadas por los vaqueros llevando el ganado en dirección a California, juergas en las que nunca faltaban ni las putas ni el alcohol. Ahora, el alcohol estaba acabándose, y las putas se quedaban en el piso superior de la taberna, aburridas por la falta de trabajo.
Un sonido creciente de pisadas surgió de entre el monocorde agudo del viento. Pisadas pausadas, rítmicas, no la nerviosa carera de un parroquiano buscando refugio ante la ira desatada de la Naturaleza, sino casi una señal de descaro ante la magnitud del fenómeno. Todos los ocupantes de la sala se giraron, nerviosos. En la puerta se erguía un hombre. Tenía todas las pintas de un viajero nómada, enfundado en un polvoriento gabán, conjuntado con un ajado sombrero de cuero. Llevaba un gran macuto a la espalda, y un largo y nudoso cayado, aún más alto que su considerable estatura, del cual colgaban innumerables collares y amuletos de intrincado diseño. Lo más peculiar de su vestimenta, eran unas gafas ahumadas que tapaban sus ojos. Alguno de los clientes había visto antes unas gafas similares, llevadas por los chinos que trabajaban en la construcción del ferrocarril transcontinental. A pesar de toda la quincallería que portaba, el hombre dejaba ver una constitución delgada, con pómulos hundidos, casi cadavéricos. Pelo largo y arenoso, guardapolvos marrón, sombrero marrón... parecía un ser formado del mismo material que la tormenta.
Se sentó en un taburete, enfrente de la barra. -Whisky. Doble.- ladró con una voz baja y cavernosa. El camarero le preparó su bebida con un leve asentimiento. Media docena de hombres de aspecto patibulario se levantaron de sus asientos. Con ellos, enfundado en un traje negro como el de la propia Muerte, iba el Sheriff del pueblo. En un pueblo como ese, apartado, solitario, y que atravesaba una crisis, los forasteros no eran bien recibidos. Además, había algo en aquel hombre que inquietaba a la población como si un hálito de condenación le persiguiera.
- ¿Le gusta el whisky?- preguntó con voz atronadora el Sheriff.El forastero no contestó.
- Bien, pues le diré algo que a nosotros no nos gusta. Los forasteros. Como usted.
Indiferente a las palabras del sheriff, el extraño siguió bebiendo de su vaso sin inmutarse.
- Usted sabrá. En un pueblo tan aislado como este, no sería normal que alguien pudiera sufrir un terrible...
No acabó la frase. El extraño se giró y bajó su par de anteojos. Los ojos presagiaban violencia, una violencia que no se pondría del lado de los atacantes. Eran afilados, fríos y sobre todo, gozaban de una determinación que la pandilla de desharrapados que le rodeaban no sería capaz de quebrantar en toda su vida. El sheriff retrocedió, asustado.
- Solo estoy de paso.
Mientras tanto, en la calle, el viento no dejaba de rugir"
El pueblo venía sufriendo la peor tormenta de arena de su corta historia. Una nube de arena, densa y amplia, se había tragado la pequeña comunidad desde hacia semanas. Nadie había tenido contacto con el exterior desde que empezó la tormenta, y desde el alba hasta el ocaso, los temerosos ciudadanos de la localidad solo podían ver un cielo en constante estado de ebullición, grandes masas moradas, marrones y grises de nubes de tormenta, salpimentadas por los granulosos seudópodos de la tormenta de arena. Las estructuras de madera se veían sometidas a grandes tensiones, y mucha gente temía que si la tormenta continuaba, el pueblo desapareciera, devorado por los elementos.
Fue decimoquinto día de tormenta cuando llegó. La mayoría de la gente del pueblo se hallaba reunida en el "saloon", tratando de ahogar con whisky el susurro sibilante del viento introduciéndose por las grietas de la estructura. Un silencio sepulcral pesaba sobre la sala, tiempo atrás vibrante por las alegres tonadillas del piano, las descaradas coreografías de las vedettes, y las juergas monumentales montadas por los vaqueros llevando el ganado en dirección a California, juergas en las que nunca faltaban ni las putas ni el alcohol. Ahora, el alcohol estaba acabándose, y las putas se quedaban en el piso superior de la taberna, aburridas por la falta de trabajo.
Un sonido creciente de pisadas surgió de entre el monocorde agudo del viento. Pisadas pausadas, rítmicas, no la nerviosa carera de un parroquiano buscando refugio ante la ira desatada de la Naturaleza, sino casi una señal de descaro ante la magnitud del fenómeno. Todos los ocupantes de la sala se giraron, nerviosos. En la puerta se erguía un hombre. Tenía todas las pintas de un viajero nómada, enfundado en un polvoriento gabán, conjuntado con un ajado sombrero de cuero. Llevaba un gran macuto a la espalda, y un largo y nudoso cayado, aún más alto que su considerable estatura, del cual colgaban innumerables collares y amuletos de intrincado diseño. Lo más peculiar de su vestimenta, eran unas gafas ahumadas que tapaban sus ojos. Alguno de los clientes había visto antes unas gafas similares, llevadas por los chinos que trabajaban en la construcción del ferrocarril transcontinental. A pesar de toda la quincallería que portaba, el hombre dejaba ver una constitución delgada, con pómulos hundidos, casi cadavéricos. Pelo largo y arenoso, guardapolvos marrón, sombrero marrón... parecía un ser formado del mismo material que la tormenta.
Se sentó en un taburete, enfrente de la barra. -Whisky. Doble.- ladró con una voz baja y cavernosa. El camarero le preparó su bebida con un leve asentimiento. Media docena de hombres de aspecto patibulario se levantaron de sus asientos. Con ellos, enfundado en un traje negro como el de la propia Muerte, iba el Sheriff del pueblo. En un pueblo como ese, apartado, solitario, y que atravesaba una crisis, los forasteros no eran bien recibidos. Además, había algo en aquel hombre que inquietaba a la población como si un hálito de condenación le persiguiera.
- ¿Le gusta el whisky?- preguntó con voz atronadora el Sheriff.El forastero no contestó.
- Bien, pues le diré algo que a nosotros no nos gusta. Los forasteros. Como usted.
Indiferente a las palabras del sheriff, el extraño siguió bebiendo de su vaso sin inmutarse.
- Usted sabrá. En un pueblo tan aislado como este, no sería normal que alguien pudiera sufrir un terrible...
No acabó la frase. El extraño se giró y bajó su par de anteojos. Los ojos presagiaban violencia, una violencia que no se pondría del lado de los atacantes. Eran afilados, fríos y sobre todo, gozaban de una determinación que la pandilla de desharrapados que le rodeaban no sería capaz de quebrantar en toda su vida. El sheriff retrocedió, asustado.
- Solo estoy de paso.
Mientras tanto, en la calle, el viento no dejaba de rugir"
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