sábado, septiembre 02, 2006

Añoranza

¿Quieren pillar la depresión de sus vidas? Repasen los viejos álbumes de fotos de su juventud/madurez/vejez temprana mientras escuchan algún disco de Death Cab for Cutie. El efecto a sus cantidades almacenadas de alegría y esperanza será devastador, y el depósito de melancolía empezará a rellenarse hasta que empiecen a aullar las alarmas de colapso. Así me suelo sentir con bastante asiduidad, dominado por un sentimiento de nostalgia irreductible. Y aunque la nostalgia suela ser mala consejera, muchas veces no se puede evitar caer en su dulce abrazo.

La razón principal de dicho estado es el haber encontrado las fotos de una entrañable fiesta que tuve hace unos dos años en casa de sus amigos. Nos reunimos en su recién estrenado pisito, y pasamos unas acogedoras horas en la compañía de conocidos y amigos. Vimos unos cuantos vídeos chorras bajados de la Red, un par de OVA´s de Ranma, episodios de Nadesico, comimos la especialidad de la casa (Pizza de Calamares en Salsa Picante), y una bonita tarta con el dibujo caramelizado de unas adorables chicas gato en la superficie. Bastante recogida, en realidad, pero entrañable. En el fondo, las que realmente recuerdas en un futuro con cariño.

La verdadera cuestión es ¿por qué nos vemos afectados de tanto en tanto por estos accesos súbitos de nostalgia? Desde luego, servir, no sirven de nada (a no ser que la depresión forme parte de algún intrincada herramienta de supervivencia evolutiva de la que yo desconozca el funcionamiento), salvo para sentirnos más miserables. Sin embargo, no podemos evitar pensar de vez en cuando "qué bien me lo pasaba de crío", "cómo recuerdo las tortas de harina de mi abuela", "los amigos que tenía antes eran más divertidos", o demás divergencias mentales.

La nostalgia, decididamente, no sirve para nada. Pero gran parte de Occidente alimenta sus procesos psíquicos con cantidades industriales de esta materia, dulce a corto plazo y amarga a la larga. Parece connatural al ser humano querer lo que no puede alcanzar; si somos niños queremos crecer lo más rápido posible, si somos adultos queremos retornar a la frescura y la inocencia de nuestra infancia. Siempre he mantenido que eso evidencia algún terrible error de fábrica del hombre. ¿Por qué somos incapaces de ser felices con lo que tenemos ahora, y buscar sombras pasadas de castillos en el aire? Pues la nostalgia no es solo adictiva, sino que además es engañosa. Recordamos las bondades de los años pasados, pero no recordamos que esos mismos años teníamos siempre en mente lo bien que estábamos antes, y lo mal que estábamos antes, y ese "antes" recordábamos lo mal que estábamos por aquel entonces, y lo bien que nos lo pasábamos en eras pretéritas, así en una espiral descendente hasta el momento en el que recordamos por primera vez.

Toda esta parrafada viene a cuento acerca de la nostalgia que siento en este momento, nada más. Irse del hogar a vivir solo a una ciudad desconocida es una experiencia desagradable, sobre todo si alguien es casero y recogido como es mi caso. Que al acabar el día sólo te acompañe el sonido de tus propias pisadas. Hacer amigos y amistades desde el principio, una vez más. Tabula rasa. Aquí estoy porque he llegado, y nadie te pregunta qué tal te ha ido el día. No se puede evitar pensar el "antes estaba mejor". Aunque sepas que no es más que una ilusión. Es casi reflejo. Un año y medio en Madrid y todavía no me he acostumbrado del todo. Afortunadamente, parece que la tormenta remite.

Como decía, la nostalgia es mala consejera. No conviene dejarse llevar por sus cantos de sirena. Sin embargo, hay una consejera peor que la nostalgia, y esa es la soledad. Si mezclamos ambas cosas, obtenemos un cóctel explosivo. Al igual que la nitroglicerina, no es prudente agitarlo violentamente, o la mezcla se derramará por todas partes. Y eso no es algo que alguien pueda encontrar deseable.

Como nota final, les propongo un juego. Aquí hay una foto de la fiesta que mencionaba en el segundo párrafo. Adivinen quién soy de los presentes (los que me conozcan en persona, que no tengan morro y se aprovechen de la situación). Y no, no soy el del centro que saluda efusivamente. Estoy un poco más solapado.

¿Que para qué sirve? Para nada. ¿Pero a que se han olvidado de sus penas durante cinco minutos?



Saludos desde OK Corral.

1 comentario:

Ikari dijo...

La añoranza es un ejercicio sano, mientras no te recrees en él, como bien apuntas.
Ayer mismo me encontraba pasando de VHS a DVD unos trabajos audiovisuales en los que participé hace cinco años, cuando estudiaba para Técnico superior en realización de audiovisuales y espectáculos. ¡Qué tiempos aquellos...! Aunque no sé para qué hablo, porque toda mi obra se basa en el análisis pormenorizado de ciertos momentos incómodos de mi pasado debidamente ficcionados para disfrute de las masas.