lunes, febrero 06, 2006

Reflejando fuego

Hete aquí que el alto héroe puro, inmaculado y sin tacha observó su retrato en el Espejo de la Verdad, y el Espejo devolvió su efigie deformada, grotesca, abominable. El gran guerrero, bajo un delgado caparazón de humanidad, escondía el rostro de una bestia salvaje, y con él, todos sus defectos inherentes a su condición humana.

En busca de los límites de la libertad de expresión, un periódico danés editó una serie de caricaturas de Mahoma, gravísima blasfemia a los ojos de la fe islámica. Querían examinar la reacción del mundo árabe, que no se hizo esperar. Varias embajadas incendiadas y unos cuantos manifestantes muertos y heridos después evidencian el respeto (para unos) y el fantismo (para otros) que demuestran los musulmanes ante cualquier mención a su credo, y, sobre todo, el escaso sentido del humor que demuestran ante ello. Cualquier excusa es buena para desempolvar el expediente Rushdie, como quien dice. ¿Quién quiere reacciones diplomáticas cuando es más divertido -y efectivo- ver rodar unas cuantas cabezas en la arena?

Las fichas de dominó de está obra dramática no han empezado sino a caer. Recién despegado el segundo acto de esta opereta de barriada que ha tomado carices de gargantuesca y belicosa puesta en escena, los peones multinacionales puestos en juego empiezan a hacer sus movimientos. A las peticiones de calma y tranquilidad realizadas por algunos de los gobiernos europeos (y hasta orientales: Turquía se ha unido a la iniciativa occidental), entre ellos el español, se ha reaccionado con manifestaciones y asaltos civiles, como el de la base norteamericana de Afganistán. La contraofensiva europea ha sido blindar las embajadas ante el avance de la horda. Y con este panorama, no ayudan para nada las palabras del presidente iraní Ahmadineyad, ese siniestro funcionario con aires de roedor que parece recién sacado de una de las celdas de interrogatorio del Ministerio del Amor orwelliano, cuyos discursos resaltan con las palabras martirio, cáncer e Islam impresas en tinta indeleble. Lo cual también resulta sospechoso: que las caricaturas se publicaran en septimebre y que el caos resulte brotar ahora. Justo con las negociaciones (¿o debería decir intercambio de chulerías?) acerca del programa nuclear iraní en su punto álgido. Desde luego, cuanto menos peculiar resulta, y no es extraño ver por ahí cejas metafóricamente arqueadas en una pose de escepticismo.

Y eso es solo el principio. Un miembro de las Naciones Unidas ya ha dicho que no se deberían realizar caricaturas religiosas. En los municipios inmediatos a Barcelona, ya se empiezan a a organizar las normas cívicas del nuevo milenio, las cuales recortan un poquito más nuestras libertades civiles. Y nosotros transigimos y tragamos. Porque está feo decir lo contrario. Sería políticamente incorrecto.

Cada vez me veo inexorablemente arrastrado hacia el segundo escrito de este humilde blog. Por alguna extraña razón, empiezo a detectar extrañas y paranoicas conexiones entre las noticias del día a día. Y siempre que concluyó algún análisis de la realidad que nos ha tocado vivir, tengo unas ganas casi inaguantables de reírme como un lunático, ante la absurdez de muchas de las situaciones que rodean a este mundo de locos (aunque, si es el resto del mundo el que está loco, y yo soy el cuerdo, ¿no me convertiría eso en el loco y al mundo en el cuerdo?). Qué le voy a hacer si, cual un aséptico Joker de andar por casa, veo el mundo como un gigantesco chiste. Desde luego, cualquiera con un mínimo sentido del humor verá lo estúpido de la situación: el mundo al borde del colapso gracias a un montón de panfletos que, en otra encarnación del Universo muy bien podrían habernos servido para limpiarnos el culo. Mientras tanto, nosotros desplegamos nuestras hamacas en la loma y esperamos confortablemente con nuestro cubo de palomitas a ver cómo se derrumba todo a nuestro alrededor.

Como decía, a veces el mundo me da la impresión de ser un monstruoso y horrible chiste. Será que Dios era un cachondo con un sentido del humor que te cagas. El muy cabrón.

No hay comentarios: