jueves, agosto 10, 2006

"El Sueño de Hierro": De pajas nazis y otras cosas desagradables

Resulta doloroso emprender la lectura de un libro como "El Sueño de Hierro". Si tuviera que buscar una analogía barata, diria que su lectura es el equivalente literario de darse de latigazos durante 240 páginas, con látigos de sintagmas verbales trenzados en vez del tradicional cuero. Durante esas 240 páginas contemplamos la paja nazi definitiva, el testamento (in)moral y (anti)ideológico de un Hitler que nunca emprendió el mayor genocidio de la historia.

Pero creo que será mejor que explique todo esto, porque si no va a convertirse en algo mucho más retorcido de lo que ya es.

"El Sueño de Hierro" fue escrito en 1972 por Norman Spinrad, lo cual ya es fuertemente indicativo de lo que vamos a encontrar entre sus páginas. Spinrad fue, junto con Ballard, Moorcock, Disch y una media docena de popes más, uno de los principales estandartes de la New Wave en la ci-fi durante los 60-70. Como tal, su producción se caracteriza por el cometido autoimpuesto de romper las barreras que delimitaban y constreñían el género hasta entonces: basta de navecitas, alienígenas de cartón piedra y heroicas gestas en pos de la destrucción de un imperio de mal y corrucpión en la galaxia. La New Wave dio pie a la entrada masiva de conceptos psicológicos, políticos, sociológicos en la ci-fi; desarrollemos el "inner space" del individuo, no el manido "outer space" lleno de alienígenas demasiado antropomorfos y emperadores a derrocar. Como tal, el autor de la New Wave medio es iconoclasta, radical, rompedor, y Spinrad es una de las mejores muestras de ello. Su libro "Incordie a Jack Barron" fue objeto de una acalorada polémica en el Parlamento Británico, debido a su publicación serializada en la revista New Worlds, editada por aquel entonces por Michael Moorcock. Los insignes petardos de la cámara legislativa consideraban al escrito una abominación excesivamente carente de corrección, y decidieron que una revista capaz de tamaña grosería no debía recibir fondos del erario público. Desconozco la respuesta de Moorcock, pero conociendo su prominente mala leche es muy probable que se asemejara a un "que les jodan".

Ya podemos ver qué podemos esperar; apología del rupturismo. Vaya si la hay. En esta novela, Spinrad recrea una de las ucronías más exrañas de la historia de la literatura, mezclando una trama de "novela dentro de la novela" (literal), con un mundo donde Adolf Hitler emigró de Alemania en 1919 hacia Estados Unidos y se convirtió en... escritor de ciencia fición. La mayor parte de "El Sueño de Hierro" está ocupada por la reedición de "El Señor de la Esvástica", la novela más "popular y vívida" de Hitler, un autor que "durante muchos años había sido una figura en las convenciones del género, y era muy popular en su faceta de narrador ingenioso y entusiasta" (sic). En sí, "El Señor de la Esvástica" es la más pura expresión de la figura principal de la mitología nazi: el übermensch ario quintaesencial, Feric Jaggar, alter ego escasamente camuflado del propio Hitler, liberando una encarnizada batalla contra las hordas babeantes y descerebradas del judaísmo y el comunismo internacional. Un delirio fascista donde la loa a la violencia cavernaria más enloquecida, los fastos multitudinarios a mayor gloria del atávico simbolismo de la esvástica enmarcada en el fuego purificador, y el fetichismo sadomasoquista del cuero negro y la bota- apisonadora de acero, tiene la mayor de las preponderancias. Concluye la "novela" (y luego explicaré por qué apostillo esta definición) un sesudo análisis universitario, que con un aplastante carácter deconstructivista, nos muestra cómo la supuesta popularidad de la novela (y por definición, la estética e ideología nazi en el mundo "real") se debe a los arrebatos psicóticos de un sifilítico cerebral en plena agonía. Mientras tanto, en el mundo alternativo donde se escribió "El Señor de la Esvástica", la Unión Soviética llega hasta Gran Bretaña, y sólo Japón y los EEUU se interponen a un dominio comunista global.

En esas circunstancias, ¿quién se sorprendería del surgimiento de un nuevo nazismo en los EEUU?

Aunque aparentemente la única lectura de la novela sea la de un alegato satírico en contra del nazismo y el racismo, Spinrad va más allá y, como decimos por estos lares, mata dos pájaros de un tiro. Si se examina atentamente la estructura de la historia, resulta extrañamente familiar: héroe surge de un ambiente oscuro, consigue arma superpoderosa, se enfrenta a peligroso imperio del mal que amenaza la existencia de todo lo que es bello, bueno y justo en el mundo, y finalmente, en una épica batalla de connotaciones cuasi-cósmicas, derrota al maléfico icono del pecado. ¿A alguien le suena de algo esto? Porque a mí, si: llevo contemplándolo, leyéndolo y (seamos valientes y admitámoslo) disfrutándolo durante toda mi vida. Star Wars, El Señor de los Anillos, The Matrix. Todas ellas fantasías masturbatorias de adolescente trastornado, con protagonistas con los que fácilmente podemos empatizar y/o identificarnos, y villanos tan terribles que no se puede concebir ni una tregua ni el armisticio; sólo la victoria total. Aspiraciones a divinidad encapsuladas en 300 páginas/120 minutos de metraje. Qué guay.

Decía al principio que este libro es doloroso de leer, precisamente por lo crudamente que Spinrad nos presenta este hecho. Búsquenme la media docena de diferencias entre Feric Jaggar y Luke Skywalker, silvuplé. ¿Cómo, la moralidad? Pues el tito Luke, para ser de los buenos, liquida a unas cuantas docenas de Stormtroopers, que también son personas con familia e hijos, y revienta dos Estrellas de la Muerte enteritas, que vacías precisamente no estaban. Cualquiera con dos dedos de frente puede darse cuenta de la conclusión lógica: el pequeño Führercito que llevamos dentro se revuelve de placer mientras disfrutamos de cosas como esta. De ahí lo difícil que sea leer esta novela: se asemeja más bien a una tortura autoinflingida, un proceso de purificación personal, darse cuenta de que incluso a un nivel primario y animal, disfrutas con algo como esto. De ahí que películas como "El Hundimiento" resultaran polémicas y escandalosas. Dar rostro humano a los monstruos reales que hemos tenido que soportar a lo largo de diez milenios de (in)civilización es negar la negación definitiva que cualquiera de nosotros tiene en lo más profundo de su ser. Que bajo las circunstancias adecuadas cualquiera de nosotros podemos convertirnos en un Hitler o un Stalin.

Decía hace un par de párrafos que no considero a este libro una novela. Tampoco puedo decir que se trate de material de ensayo, aunque la parte final bien podría considerarse como tal. Más bien se trataría de una novela ensayizada, o de un ensayo novelizado. Desde luego, este libro entra dentro del experimentalismo literario más descarado, y como tal, debería ser examinado cuidadosamente. Cualquier obra que aliente el progreso debería ser tratada con la mayor de las estimas, pero esta parece que a nadie le suena. Si, es un libro difícil de leer, pero también necesario, necesario para recordar en qué clase de trampas pueden encarcelar nuestra voluntad otros seres humanos. Personalmente, creo que nunca leeré a John W. Campbell igual.

Saludos desde OK Corral.

(Más información:

New Wave in Science Fiction (entrada de la Wikipedia)

Entrada de Norman Spinrad en la Wikipedia

Norman Spinrad: "El Emperador de Todas las Cosas" (artículo presente en la reciente edición de "El Sueño de Hierro" por AJEC) )

No hay comentarios: