"Marmeládov se pegó un puñetazo en la frente, apretó los dientes, cerró los ojos, y se acodó de golpe en la mesa. pero al momento cambió de expresión, miró a Raskólnikov con fingida astucia, y bravata postiza, rompió a reír y dijo:
-Pero esta mañana fui a ver a Sonia, a pedirle dinero para quitarme la resaca ¡Je, je, je!
-¿Y te dió algo?- gritó uno de los recién llegados y soltó una carcajada.
-Con su dinero he comprado esta botella- profirió Marmeládov dirigiéndose exclusivamente a Rakólnikov. -Treinta kopeks me dio con sus propias manos, lo último que le quedaba, como yo mismo pude ver... No dijo nada, solo me miró en silencio... No es en esta tierra, sino allá... donde se siente dolor por las personas, se llora por ellas y no se les hacen reproches, ¡no se les hacen reproches! Y cuando no le hacen a uno reproches duele más, duele todavía más. Treinta kopeks, sí señor. Pero esos treinta kopeks también le hacen falta ahora a ella ¿verdad? ¡A usted qué le parece, estimado caballero? Ahora tiene que observar mucha pulcritud. Y esa pulcritud, esa pulcritud especial, cuesta dinero, ¿comprende usted? ¿Comprende? Por ejemplo, tiene que comprar afeites, no tiene más remedio; y luego, enaguas almidonadas, botines finos para lucir los piececitos cuando hay que saltar un charco. ¿Comprende usted, comprende usted caballero, lo que supone dicha pulcritud? Pues bien, yo, su padre, el autor de sus días, le saqué esos treinta kopeks para quitarme la resaca. ¡Y me los estoy bebiendo! ¡Me los he bebido ya! ¿Quién va a tener compasión de alguien como yo, vamos a ver? ¿Eh? ¿Me compadece usted ahora, caballero, o no? Dígame, caballero, ¿me compadece o no? ¡Je, je, je!
Quiso echarse otro vaso, pero no quedaba nada. la botella estaba vacia.
- ¿Y por qué hay que compadecerte?- gritó el tabernero, que se encontraba de nuevo de nuevo junto a ellos.
Brotaron risas y algunas palabrotas. reían y blasfemaban los que escuchaban y también los que no habían escuchado, sólo de ver la pinta del funcionario cesante.
- ¡Compadecerme! ¿Para qué compadecerme?- chilló de nuevo Marmeládov, levantándose con un brazo extendido como si solo hubiera esperado aquellas palabras. -¿Reguntas por qué hay que compadecerme? Es cierto. ¡No hay por qué compadeerme! Lo que hay que hacer es crucificarme, ¡clavarme en la cruz y no compadecerme! Pues, crucifícame, tú que eres el juez, crucificame y compadéceme después de haberme crucificado. Y entonces yo mismo iré, iré por mi pie a la crucifixión, porque no es gozo lo que ansío,sino dolor y lágrimas. ¿Crees tú, tabernero, que esta botella me causa deleite? Lo que yo buscaba en su fondo es dolor, dolor y lágrimas es lo que he hallado y saboreado. Quien nos compadecerá es el que a todos ha compadecido; el que a todos ha compadecido; el que a todos y a cada uno ha comprendido. Él es el único juez.. Vendrá ese día y preguntará: "¿Dónde está la hija que se vendió en aras de una madrastra agria y tísica, en aras de unos niños pequeños y ajenos? ¿Dçonde está la hija que se compadeció de su padre terrenal, borracho empedernido, sin que la arredraran los sufrimientos?" Y dirá: "¡Ven a Mí! Ya te perdoné una vez... Te perdóne una vez... Y ahora se te perdonan tus muchos pecados, porque has amado mucho...". Y perdonará a mi Sonia, la perdonará. Estoy seguro de que la perdonará. Me lo ha dicho el corazón cuando fui a verla hoy... Él juzgará y perdonará, a todos, a los buenos y a los malos, a los sabios y a los humildes... Y cuando haya concluido con los demás, nos llamará también a nosotros: "¡Venid ahora, vosotros! -dirá- ¡Venid los borrachos, venid los débiles, venid los vergonzantes!". Y nosotros saldremos todos, sin sentir sonrojo, y compareceremos ante Él. Y Él dirá: "¡Sois unos cerdos! Sois la imagen de la Bestia y lleváis su estigma. Pero venid también vosotros." Entonces dirán los sabios, entonces dirán los sensatos: "¡Señor! ¿Por qué acoges a estos?". Y Él dirá: "Los acojó, ¡oh, sabios!, los acojo, ¡oh, sensatos! porque ninguno se ha considerado digno de ello". Nos abrirá sus brazos y nosotros nos hincaremos de rodillas ante Él... y lloraremos... y lo comprenderemos todo. ¡Entonces lo comprenderemos todo! Entonces lo comprenderemos todo y todos lo comprenderán... y Katerina Ivánovna... también lo comprenderá... ¡Señor, venga a nosotros Tu reino!
Se dejó caer en el banco, desfallecido y extenuado, sin mirar a nadie, como ajeno a cuanto le rodeaba y profundamente absorto."
-Pero esta mañana fui a ver a Sonia, a pedirle dinero para quitarme la resaca ¡Je, je, je!
-¿Y te dió algo?- gritó uno de los recién llegados y soltó una carcajada.
-Con su dinero he comprado esta botella- profirió Marmeládov dirigiéndose exclusivamente a Rakólnikov. -Treinta kopeks me dio con sus propias manos, lo último que le quedaba, como yo mismo pude ver... No dijo nada, solo me miró en silencio... No es en esta tierra, sino allá... donde se siente dolor por las personas, se llora por ellas y no se les hacen reproches, ¡no se les hacen reproches! Y cuando no le hacen a uno reproches duele más, duele todavía más. Treinta kopeks, sí señor. Pero esos treinta kopeks también le hacen falta ahora a ella ¿verdad? ¡A usted qué le parece, estimado caballero? Ahora tiene que observar mucha pulcritud. Y esa pulcritud, esa pulcritud especial, cuesta dinero, ¿comprende usted? ¿Comprende? Por ejemplo, tiene que comprar afeites, no tiene más remedio; y luego, enaguas almidonadas, botines finos para lucir los piececitos cuando hay que saltar un charco. ¿Comprende usted, comprende usted caballero, lo que supone dicha pulcritud? Pues bien, yo, su padre, el autor de sus días, le saqué esos treinta kopeks para quitarme la resaca. ¡Y me los estoy bebiendo! ¡Me los he bebido ya! ¿Quién va a tener compasión de alguien como yo, vamos a ver? ¿Eh? ¿Me compadece usted ahora, caballero, o no? Dígame, caballero, ¿me compadece o no? ¡Je, je, je!
Quiso echarse otro vaso, pero no quedaba nada. la botella estaba vacia.
- ¿Y por qué hay que compadecerte?- gritó el tabernero, que se encontraba de nuevo de nuevo junto a ellos.
Brotaron risas y algunas palabrotas. reían y blasfemaban los que escuchaban y también los que no habían escuchado, sólo de ver la pinta del funcionario cesante.
- ¡Compadecerme! ¿Para qué compadecerme?- chilló de nuevo Marmeládov, levantándose con un brazo extendido como si solo hubiera esperado aquellas palabras. -¿Reguntas por qué hay que compadecerme? Es cierto. ¡No hay por qué compadeerme! Lo que hay que hacer es crucificarme, ¡clavarme en la cruz y no compadecerme! Pues, crucifícame, tú que eres el juez, crucificame y compadéceme después de haberme crucificado. Y entonces yo mismo iré, iré por mi pie a la crucifixión, porque no es gozo lo que ansío,sino dolor y lágrimas. ¿Crees tú, tabernero, que esta botella me causa deleite? Lo que yo buscaba en su fondo es dolor, dolor y lágrimas es lo que he hallado y saboreado. Quien nos compadecerá es el que a todos ha compadecido; el que a todos ha compadecido; el que a todos y a cada uno ha comprendido. Él es el único juez.. Vendrá ese día y preguntará: "¿Dónde está la hija que se vendió en aras de una madrastra agria y tísica, en aras de unos niños pequeños y ajenos? ¿Dçonde está la hija que se compadeció de su padre terrenal, borracho empedernido, sin que la arredraran los sufrimientos?" Y dirá: "¡Ven a Mí! Ya te perdoné una vez... Te perdóne una vez... Y ahora se te perdonan tus muchos pecados, porque has amado mucho...". Y perdonará a mi Sonia, la perdonará. Estoy seguro de que la perdonará. Me lo ha dicho el corazón cuando fui a verla hoy... Él juzgará y perdonará, a todos, a los buenos y a los malos, a los sabios y a los humildes... Y cuando haya concluido con los demás, nos llamará también a nosotros: "¡Venid ahora, vosotros! -dirá- ¡Venid los borrachos, venid los débiles, venid los vergonzantes!". Y nosotros saldremos todos, sin sentir sonrojo, y compareceremos ante Él. Y Él dirá: "¡Sois unos cerdos! Sois la imagen de la Bestia y lleváis su estigma. Pero venid también vosotros." Entonces dirán los sabios, entonces dirán los sensatos: "¡Señor! ¿Por qué acoges a estos?". Y Él dirá: "Los acojó, ¡oh, sabios!, los acojo, ¡oh, sensatos! porque ninguno se ha considerado digno de ello". Nos abrirá sus brazos y nosotros nos hincaremos de rodillas ante Él... y lloraremos... y lo comprenderemos todo. ¡Entonces lo comprenderemos todo! Entonces lo comprenderemos todo y todos lo comprenderán... y Katerina Ivánovna... también lo comprenderá... ¡Señor, venga a nosotros Tu reino!
Se dejó caer en el banco, desfallecido y extenuado, sin mirar a nadie, como ajeno a cuanto le rodeaba y profundamente absorto."
(Fyódor Dostoievski, Crimen y Castigo)