(Música del Día: Aphex Twin - Come to Daddy)
Estoy, sencillamente, rodeado. Hablo de las obras, claro. Cuando vine a vivir a Madrid, jamás pude imaginarme que el imperio de la chapucilla pública pudiera llegar a extenderse hasta tales extremos. En Zaragoza, ya lo adelanto, se abre mucha zanja (habiéndose llegado al extremo de cortar la vía principal de la ciudad durante un año por reformas. El asunto se especió con la aparición de un barrio mozárabe bajo la calzada y la subsiguiente polémica que originó el hallazgo.) Pero lo de Madrid llega hasta puntos de neurosis clínica. Vallados con complejo de ameba variando con nocturnidad y alevosía su circunferencia y extensión: hoy puedes pasar por aquí, mañana no. Vericuetos que te ves obligado a transitar por la media docena de operaciones de cirugía plástica realizadas a la red arterial del transporte urbano. Carcinomas de estructuras metálicas, rejilla de plástico verde y mortero, enrizando en el pavimento adoquinado. Los anticuerpos que actúan frente al organismo hostil son barrigudos, hoscos, malhablados y tienen acento extraño. Una costra cuasi uniforme que cubre a media ciudad y te persigue a todas partes. No puedes escapar. Su omnipresencia acaba adquiendo carices obsesivos.
Y tanto. Su persecución ha llegado hasta extremos de invasión de la intimidad: las obras me han seguido hasta mi casa. Un escape de agua que lleva sangrando dinero desde principios de año, y he acabado viendo como el suelo del vestíbulo se ha hundido bajo nuestros pies para devorarnos. Mesnadas de fontaneros y aprendices han instalado sus atalayas y símbolos de ocupación para recordarnos la siniestra presencia de su imperio eterno. Creo que dentro de poco tendremos que hacer colas en las calles para que los aviesos especialistas del gotelé nos hagan las extracciones de sangre directamente. Un seguro de sangre cimentada. Los pilares del negocio. Si contribuyes a nuestro sustento, nosotros contribuiremos al tuyo. O más bien a que tu pútrido tejado no acabe escupiendo metralla inmobiliaria.
Mientras tanto, en Zaragoza, las grúas de construcción anidan como buitres sobre la ciudad indefensa. Desde las colinas de los Pinares de Venecia, uno de los puntos más altos de la ciudad, el mirador de la capital maña, se ven no menos de una veintena de proyectos de papiroflexia metálica alzar sus alargados picos carroñeros. Es una estampa grácil y a la vez terrible.
Todo esto acaba contribuyendo al curioso experimento de bioingeniería que esta fermentando en España. La mutación del primate Homo sapiens en Homo Inmobiliaris. Todavía se desconoce las características de las que dispondrá este fascinante nuevo especimen, pero se depositan grandes esperanzas en su futuro. Con certeza se sabe que estará más cercano al originador de la especie, de nombre Adán, y su estructura biológica estará formada por argamasa, cables, yeso, escayola y demás materiales de construcción. Los científicos del ladrillo están muy orgullosos de la forma que está adquiriendo el proyecto, y esperan exportarlo al resto del mundo una vez se demuestre su funcionalidad.
Saludos desde OK Corral.
sábado, noviembre 18, 2006
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1 comentario:
En la zona centro Zaragoza ya no hay tanta obra, algo es algo :P
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